Teoría de conspiración 1:
En este video explico una de mis teorías de conspiración favoritas respecto al arte: hay un duelo inmanente a la trayectoria de un artista, así como lo hay en nuestros procesos creativos, pero aún más, esas etapas del duelo se encuentran también en los movimientos históricos artísticos. Es como si esos descubrimientos que hicimos en nuestra vida como artistas, tengan una anaología o semejanza con los descubrimientos y rupturas conceptuales que hubo en el arte.
Teoría de conspiración:
El duelo, 2021
Duelo (del latín dolium, dolor o aflicción) es el proceso emocional por el que lidiamos con una pérdida, la cual puede ser de muchos tipos pero en definitiva, un vínculo afectivo se quiebra. Esa pérdida podría representar cualquier acontecimiento simbólico que nos afecte y que marque un momento en nuestras vidas. Este proceso se caracteriza por el sufrimiento por el que pasa el individuo, así como una serie variada de emociones. Pensando en esa pérdida simbólica, quisiera hablar sobre cómo la construcción identitaria de ser artista, pasa por un proceso parecido al del duelo. Pero en nuestro caso ¿qué sería esa pérdida? Quizás:
La de darte cuenta que quizás dedicarte al arte no era lo que esperabas
La de no valorarte como el artista que creías ser
La de perder la esperanza de poder dedicarte al arte
La de no haber cumplido con tus propias expectativas
La de desilusionarte con los mecanismos bajo los que trabaja el arte
La de haber perdido el placer mismo de hacer y ver arte
La de haber sido infectado por una apatía anestesiante
Entre muchos otros etcéteras
El duelo puede tener varias escalas, desde la trayectoria misma de un artista, como el de un solo proceso creativo. Como contraparte esta idea del duelo como artista, podría ser una analogía con el trayecto conceptual que atravesó la historia del arte. Como si esas etapas del duelo (choque, negación, enojo, negociación, depresión y aceptación) representasen algunos movimientos artísticos a lo largo de la historia. Sin embargo hoy, solo hablaré de la primera parte y les compartiré biográficamente mi propio duelo mostrando las etapas a partir de mis memorias y de mi obra. Quisiera agregar que dentro de mi formulación, esto no representa la totalidad del trayecto de un artista, si no el lado adverso de ella, entendiendo la diversidad de vivencias y de emociones que cada individuo tiene. Así çomo quizás haya artistas que no han pasado por esto. Así mismo es importante mencionar que muchas veces las etapas del duelo no son lineales y se pueden regresar a ellos una y otra vez.
Hoy les voy a hablar en tres voces: la primera no me pertenece, le pertenece a la psicóloga Elizabeth Kubler Ross, la segunda es mi tercera persona que me ayuda a arriesgarme especulativamente y formular esta teoría de conspiración, y la tercera soy yo contándoles mi vida con el arte desde la idea del duelo.
SHOCK
El inicio o primera etapa: se caracteriza por un estado de choque más o menos intenso, hay una alteración en el afecto, con una sensibilidad anestesiada, el intelecto está paralizado y se afecta el aspecto fisiológico con irregularidades en el ritmo cardiaco, náuseas o temblor.
Esta es la tapa de asombro y estupor en donde el arte ha tocado nuestras vidas de tal forma que estamos deslumbrados, nuestros ojos pueden no creer lo que vemos. Existe un hambre por el conocimiento y la experimentación. Este quizás, podría ser el estado más primitivo del arte, se hace por el simple asombro de hacerlo y con lo que hay a la mano.
La manera en la que llegó el arte a mi vida, recuerdo, fue desde pequeña, y hubo un momento de absoluto asombro cuando en la clase eclesiástica a la que mi mamá me llevaba todos los domingos, una señora comenzó a dibujar haciendo un círculo, luego yo hice lo mismo, después le agregó un palo de un lado y luego del otro, y cuando menos nos dimos cuenta, yo al seguir lo que hacía ella, ya había creado un lindo perrito. Mis ojos no lo podían creer, desde ese momento me di cuenta que podía construir cosas. Yo creo que tenía entre 4 o 5 años. Desde ahí recuerdo que me gustaba mucho imaginar cosas, como mi departamento o un vestido y dibujarlo. Después empecé a copiar todo lo que podía y recuerdo haber dibujado la cara de Harry Potter sobre un examen de matemáticas en segundo año, crecí dibujando en todos lados y en todas las superficies. Por ahí de sexto de primaria, me encargaron hacer una reproducción de “Nuestra imagen actual” de Siqueiros, esa pintura de las manos. Cuando la terminé sentí una sensación de alumbramiento que a la vez, la vi en la cara de mi padre cuando vio mi pintura por primera vez. La relación que tiene mi famila con el arte es un poco extraña, ya que mi media hermana es artista y es mucho mayor que yo, sus cuadros estaban por toda la casa, pero mi papa cree, hasta la fecha que dedicarte al arte es la peor decisión de tu vida. Y desafortunadamente siempre tiene una dura crítica sobre mi trabajo. Sin embargo solíamos ir seguido a museos, y cada vez que veía algo que me asombraba mucho, sentía una especie de melancolía. Al principio no entendía muy bien porque pero creo que tienen que ver con ese sentimiento cuando eres muy fan de tu cantante favorito pero estás triste porque nunca podrás ser su amigo. Bueno eso a mi pasaba. Fue por la fecha de las manos de Siqueiros que entendí que quería dedicarme al arte.
NEGACIÓN
“En un moribundo, la negación puede parecer incredulidad (..)Estamos conmocionados y negamos los hechos. (...) La negación nos ayuda a dosificar el dolor de la pérdida. Hay alivio en ella. Es la forma que tiene la naturaleza de dejar entrar únicamente lo que somos capaces de soportar. Estos sentimientos son importantes: son los mecanismos de protección de la psique. Dejar entrar de golpe todos los sentimientos asociados a la pérdida sería algo emocionalmente abrumador. No podemos creer lo que ha sucedido porque, de hecho, somos incapaces de hacerlo. Creerlo del todo en esta etapa sería excesivo”
Esta etapa tendría que ver con el momento en el que decidiste o te diste cuenta que querías dedicarte al arte. Habrá personas que llegaron de manera un tanto accidental, y habrá otras que llegaron de manera natural. De cualquier forma, ese momento decisivo es algo que pocos olvidan.
Con o sin el apoyo familiar, lidiar con el estigma de una profesión conocida por el desempleo o la poca remuneración económica, es una carga psicológica. Es evidente el estigma social que todavía existe en México en torno a esta decisión. Uno de los clichés más conocidos de nuestra profesión es el clásico “Te vas a morir de hambre”.
Frente a este panorama, seguir adelante y considerar el ser artista como una profesión, es desde mi punto de vista, una decisión que requiere cierto grado de ingenuidad, así como de tenacidad. En esta etapa creamos un mecanismo de defensa en donde tenemos fantasías sobre lo que podríamos ser como artistas y existe un cosquilleo por ese futuro que parece incierto pero a la vez impredecible y aventurero. Existe todavía una distancia considerable como para creer que habrá tiempo para ingeniárnoslas en un futuro. De cualquier forma necesitamos creer eso porque si no tal vez ni siquiera habríamos podido comenzar.
Mis padres hicieron de todo para que eso no sucediera, me hablaron de cómo nunca tendría empleo y del grave error que estaba cometiendo. Me decían que podía estudiar algo “relacionado” como diseño industrial o arquitectura. Incluso me llevaron a conocer la facultad de diseño en la UNAM, pero fue en vano. Como su desdicha era tanta, me dieron un ultimátum en el cual me dijeron que si estudiaba artes ellos no me ayudarían ni estarían ahi para mí, para lo cual me salí de mi casa y comencé a vivir sola, yendo a la prepa en las mañanas y trabajando en la tarde imprimiendo tarjetas de presentación. Así fue un pequeño tiempo de mi vida hasta que terminé la prepa y huí a Guanajuato. En este momento mis padres me vieron como una causa perdida, y decidieron apoyarme finalmente. Este fue uno de los momentos más felices de mi vida, había una manera de improvisar el día y hacer arte con mis amigos de manera que se sentía como un momento salvaje y de soltura total. El rigor de entrar a una clase de dibujo o pintura e intentar llegar lejos era una cosa, la emoción de compartir opiniones y críticas de los ejercicios era otra, pero los momentos en donde todos nos juntábamos por las noches, bebíamos, fumábamos y bailábamos me hacían sentirme dueña del espacio y del momento.
Aquí comenzó mi interés por la recolección y el parasitamiento de espacios, las cuales tenían que ver con mi modo de vida en donde podía recorrer toda la ciudad simplemente caminando. Fue un momento de experimentación total en donde se veía reflejado ese modo de improvisar la vida y dejar que la energía caótica reinara.
ENOJO
Conforme avanzamos, comienzan a aflorar todos los sentimientos que estábamos negando.
La ira no tiene por qué ser lógica ni válida. Podemos estar enfadados por no haber visto que esto iba a pasar y, cuando lo vemos, porque no se pueda hacer nada para evitarlo.
Sobre todo, uno puede estar enfadado por encontrarse en una situación que no esperaba, merecía ni deseaba. Es una emoción útil hasta que dejas atrás sus primeros embates. Entonces, estarás listo para ahondar más. Mientras realices el duelo, la ira volverá a visitarte muchas veces en sus múltiples formas.
Esta etapa es el momento en donde nuestro desencuentro con el canon, la academia, la técnica, el machismo, la misoginia, las injusticias y las deficiencias del arte llegan a estacionarse de tal forma, que actuamos desde el rechazo y quizás desarrollamos ideas o trabajos que tratan de salir o incluso manifestarse en contra de aquello. Al mismo tiempo, el enojo puede ser también con nosotros mismos o incluso con el proyecto u obra que estamos realizando, porque el duelo puede existir también en esta escala más pequeña de un solo proceso creativo. Paradójicamente el enojo a su vez funciona como un impulso y energía, en donde protestamos de diversas formas. Pienso que esta etapa quizás sea una de las más recurrentes como herramienta de trabajo.
Desde adolescente tuve un resentimiento con las personas y obras que utilizaban la técnica como una forma de enaltecerse. Por otra parte ya no encontraba sentido en la plástica, como en el dibujo o la pintura, sin sentir que era casi imposible escapar de la representación o ir por el otro camino de la abstracción. Abandoné el dibujo, mi primer amor. A veces pienso que dibujar bien es como tener una gracia, así como cuando a los animales los entrenan para hacer cosas. Mi única gracia es saber dibujar. En ese momento mis mayores intereses eran entonces, estos intentos por tratar de atravesar la membrana entre lo que se hacía y lo que se pensaba sobre las problemáticas sociales. En ese momento estaba muy frustrada preguntándome si desde mi lugar como artista podría hacer algo, o si realmente tenía que irme a un espacio mucho más tangible y entrarle a redes de activismo, o si hacer las dos, aunque no encontraría el tiempo de hacerlo o si eso solo era un pretexto porque en el fondo sólo era mi culpa privilegiada hablando y complicando las cosas intelectualmente para justificar mi pasmo ante el mundo. ¿Quizás solo necesitaba salir de mi casa y de mis comodidades y romper ese ciclo de consumismo/comodidad? o ¿quizás mi incidencia estaba en cosas en las que realmente podría ayudar y que no representaban este cliché de huir a la montaña? Pues la lista de preguntas crecía y crecía y me dejaba en un estado de suma frustración. Por azares del destino en un taller con un curador me vi obligada a la tarea de salir de ese pasmo y hacer algo. Lo que sea, con lo que tuviese. Fue cuando me di cuenta que desde el enojo conmigo misma y la inmensa frustración y tristeza podía también sacar energía. Era una especie de combustible que me ayudó a explorar mi tercera persona y expresarme y protestar de una manera abstracta. Desde ahí comencé a crear distintos personajes que accionaban en la vía pública y que me ayudaban a tener una especie de catarsis a mis mareos conceptuales. En esas fechas hubo mucha agitación política y estudiantil, donde nos organizamos y denunciamos una serie de abusos. Me di cuenta de cómo el machismo intelectual operaba, lo cual hizo que me obsesionara y no pudiera dejar de hablar de ello. Perdí amistades por cuestionar sus prácticas, y también me obsesioné con la idea de que el arte politizado era una simple fachada, una estetización de las imágenes políticas. Esa misma idea me hizo cuestionar mis propias fachadas, durante varios años abordé la acción performática con distintos personajes, todos ellos en la vía pública, hasta que perdió sentido. El último performance que hice, habité las calles por tres días, pero la documentación de este, no me hizo sentir una fusión entre el video y la acción, simplemente me hizo sentir la espectacularidad de lo que había creado. Eso mismo que odiaba en la estetización de las imágenes, me había pasado a mi. Lo odiaba. En ese momento pensé ¿para qué? esto no tiene sentido. No soy lo que esperaba ser de mí.
NEGOCIACIÓN
La negociación a menudo va acompañada de culpa. Los «ojalás» nos inducen a criticarnos y a cuestionar lo que «creemos» que podríamos haber hecho de otra forma. Es posible que incluso pactemos con el dolor. Haremos cualquier cosa por no sentir el dolor de esta pérdida. Nos quedamos anclados en el pasado, intentando pactar la forma de librarnos del dolor.
Cuando atravesamos la etapa de negociación, la mente modifica los acontecimientos pasados mientras explora todo lo que se podría haber hecho y no se hizo. Lamentablemente, la mente siempre llega a la misma conclusión...: la trágica realidad es que el ser querido se ha ido realmente.
En esta etapa el artista ya pasó por varias formas de conocerse y hay una preocupación más latente por entender su lugar dentro de su burbuja artística. Entiende la lógica bajo el “statement” e intenta articular y organizar su propio discurso. Podría existir una distancia considerable con esos comienzos de experimentación, y quizás un ambiente de melancolía. Podría crecer un sentido de competencia relacionado a la profesionalización, que quizás esté afectando en proporción a la autoestima, habrá algunos que lleguen al punto de sentirse insuficientes. O quizás algunos otros estén encontrando un camino más sencillo para articularse. Sin embargo aquí ya podría ser más claro las limitaciones y deficiencias de lo que implica ser artista en un contexto donde existen desigualdades de visibilidad y de oportunidades, así como los tipos de “discursos artísticos” más reconocidos. Creando una una lucha interna entre la tristeza y decepción y el deseo de otorgar un reconocimiento a su propia trayectoria.
De repente vino a mi esta concientización de las formas en las que mi trabajo podía mejorar y expandirse, aún sin comprender muy bien lo que estaba haciendo. Comenzaron a llegar a mi en forma de talleres, revisión de portafolios, exposiciones y sobre todo convocatorias, estas peticiones de definirme y definir mi “línea de trabajo”. Intenté encontrar una lógica bajo la cual trabajaba, por más que esta haya ido en distintas direcciones, sentí que debía al menos fingir que existía una. Comencé a angustiarme, veía que para otros era muy claro la forma en la que trabajaban y estas mismas personas comenzaban a recibir becas y a ganar concursos. Sentí que estaba haciendo las cosas mal, tal vez me faltaba leer más, o dibujar más, o tener mejores ideas. Mi cabeza se llenó de dudas y al mismo tiempo estaba cansada de ver proyectos que parecían tener un humor bastante solmene y crítico que parecía cumplir con cierto grado de sofisticación e intelectualidad. Quizás por primera vez comencé a entender de qué trataba el arte contemporáneo y comencé a crear una especie de desconfianza. Me preguntaba si realmente yo era capaz de cumplir lo que se necesita para ser un artista que gana becas, lo invitan a exposiciones y residencias. Porque de alguna manera entendía que yo podría seguir haciendo las cosas por mi cuenta, pero que requería de un esfuerzo y una visión para poder crear ese camino. Una vez por semana me asaltaba un estado de ansiedad intenso el que no me dejaba respirar, y me atormentaba con todas las cosas que podría estar haciendo o que debí de haber hecho mejor. ¿Era acaso yo una mediocre?
DEPRESIÓN
El estado depresivo del duelo hace que la persona, totalmente ocupada de su objeto, viva replegada sobre sí misma. Nada le interesa ya, el mundo está vacío y sin atractivos. El sufrimiento del duelo es la expresión y consecuencia del trabajo de liberación que se opera necesariamente después de la pérdida de un ser querido. Durante el periodo del estado depresivo, a la intensificación de la relación con el desaparecido se asocia un sentimiento de gran soledad, no solamente social sino también emocional.
En esta etapa hay una duda muy profunda sobre si vale la pena seguir por el camino del arte, o encontrar otras ocupaciones. Abunda una sensación de insensibilidad, la cual carece de energía y de motivos. Quizás en esta etapa no haya mucha producción de obra, o por el contrario haya en la obra un reflejo de esa inestabilidad. Sin embargo el artista llega a abrumarse constantemente, la cual quizás explique un estado de indeferencia.
Después de años de haber seguido mi propia inercia, intentado articular y organizar mi trabajo, haber aplicado a varias convocatorias, y haber tratado descifrar de alguna forma mis propias preguntas, de repente me encontré en una acumulación de información. Comencé a evadir mis preguntas e intentar retomar la plástica que había abandonado por años, de alguna forma me hacía sentir mejor el solo interactuar con mis manos y los diversos soportes que tenía al alcance. Siempre me sentí muy dividida al momento de presentar mi trabajo como artista, incluso dividí mi trabajo en varias partes, y lo sigo haciendo hasta la fecha. Lo que era esa parte más espontánea y plástica, la dejaba fuera de mi portafolio a menos que fuera un proyecto de mayor “relevancia”. En esa autoedición de lo “relevante” es donde entiendo que en realidad también hay censura. Hay algo que no sé qué es, pero funciona como esta identidad fantasmagórica, que me enjuicia y me lleva a la autocrítica hasta el punto de desistir completamente de la idea. Esa identidad también contiene miedos. Y uno de ellos tiene que ver como ser catalogada como una ilustradora, o una tatuadora, o una escultora. De alguna forma yo menospreciaba mi propia práctica por el hecho de no reflejar las grandes preguntas que mis otros proyectos tenían. Y en realidad, creo que esa identidad es una construcción abstracta sobre figuras como las de un curador, académico, juez, artista y todo aquel que hipotéticamente pueda juzgarte. Que de alguna forma muy impercetible asumen este tipo de prácticas como la ilustración como “un arte menor”. Cuando esas entre comillas, grandes preguntas sólo me hundieron más en la inactividad, me inscribí a un programa de producción artística que duró 6 meses, y pensé que podría sentir ese lugar para compartir ideas el cual me impulsaría a trabajar, pero no pude sentir nada, era como si las cosas ya no tuvieran sabor, y hablar y ver arte fuera la misma historia contada de maneras distintas. Así que decidí, simplemente dibujar y hacer cerámica, aunque estuviera triste y nada me pudiera hacer nada, lo que antes fue una actividad para hacer dinero más práctico, ahora simplemente lo habité para rescatar un poco de la persona que quedaba en mi.
ACEPTACIÓN
En esta etapa, se acepta la realidad de que nuestro ser querido se ha ido físicamente y se reconoce que dicha realidad es la realidad permanente. Nunca nos gustará esta realidad ni estaremos de acuerdo con ella pero, al final, la aceptamos. Aprendemos a vivir con ella. Es la nueva norma con la que debemos aprender a vivir. Ahora es cuando nuestra readaptación y curación final pueden afianzarse con firmeza, a pesar de que, a menudo, vemos y sentimos la curación como algo inalcanzable. La curación se refleja en las acciones de recordar, recomponerse y reorganizarse.
En esta etapa el artista continúa su práctica aceptándose a sí mismo y encontrando una forma de continuar a pesar de estar inconforme o saber de las contradicciones y desigualdades que existen tanto en el mundo del arte, como en las oportunidades laborales.
Decidí darle lugar a lo que me problematizaba en la producción artística, y darle un giro a mi perspectiva. Si bien en su momento había creado cosas a partir de las contradicciones y paradojas del arte contemporáneo, ahora me preguntaba qué opinaban los demás de todo esto. Y de qué forma les afectaba, intentando alejarme un poco de las ideas y que fuera más cercano a las personas que me rodeaban. A pesar de cargar con mucha desidia, me organicé para trabajar con estudiantes de distintas universidades y escuchar qué opinaban. Con ese proyecto llamado “100 estudiantes de arte dijeron” generé conversaciones con varias personas las cuales me hicieron sentir menos aislada como artista. Así fui generando una perspectiva que quiere nutrirse más de las personas que hacen arte, y hablar un poco más sobre la misma experiencia de trabajar siendo artista. Sin embargo, todo esto generó muchas otras preguntas e información, la cual a veces me sigue dejando en ese estado abrumado, donde sólo quiero huir y quedarme dibujando sin que nadie pregunte nada (al menos las voces en mi cabeza).